Partiendo de esta perspectiva humanista, podemos analizar la importancia de la educación en distintas sociedades. Todas, desde las más primitivas hasta las más organizadas, como la griega y los estados modernos, han reconocido el papel insustituible de la educación. No obstante, no todas han tenido el mismo éxito en atender una auténtica formación en función de las necesidades del desarrollo humano y su entorno (Ramírez, 1996).
Desde tiempos arcaicos, el ser humano ha buscado la formación ideal, aquella que concuerde con los valores e ideales que la sociedad necesita. Los griegos la llamaron paideia. Algunos sinónimos actuales que podemos relacionar con este término son educación y formación. De manera sencilla, la paideia era la educación impartida a los jóvenes para que se desarrollaran en los ámbitos social, intelectual y espiritual, con el propósito de convertirse en ciudadanos productivos, con los conocimientos y valores necesarios para vivir en sociedad.
Cuando hablamos de paideia humanística, nos referimos a un tipo de educación humanista que enfatiza el desarrollo integral del ser humano, promoviendo aspectos críticos y morales. Además, busca generar la capacidad de reflexionar sobre el entorno de manera crítica y autónoma. Ambas nociones se complementan y se relacionan, ya que comparten un mismo objetivo: la formación de individuos capaces de interactuar correctamente con los demás, pensar de manera crítica y contribuir positivamente a la sociedad.
Por último, como mencionamos anteriormente, el concepto de paideia surge en la antigua Grecia, y es justamente a este conjunto de ideales formativos al que nos referimos cuando hablamos de paideia humanística. Estos ideales, que incluían disciplinas como la filosofía, la gramática y la retórica, buscaban fomentar los valores humanísticos ya mencionados. Aunque con el tiempo perdieron relevancia y se implementaron nuevos enfoques, siguen siendo un tema de análisis central dentro del estudio de la educación y la formación del individuo.